martes, 1 de septiembre de 2015

De cuando encuentras recuerdos que escondías del mes de abril. Y me pregunto quién me lo habrá robado y por qué a mí



Recuerdo las veces que nos dijimos nunca más.


 Pero mejor recuerdo las veces que entre risas y legendarios caíamos de nuevo rendidos.
Rendida de rodillas ante él y más tarde rendidos en el sofá naranja que reinaba en su salón.
 Quitándonos la tiritera que nos provocaba el pedo de la noche anterior.
Allí estaba, una vez más. Mirándole mientras dormía. Como quien adora a un Dios.

Las verrugas que se formaban a causa de la vejez en las bolsas de los ojos me resultaban tremendamente adorables.
Como el bocao' que tenía su barriga o su forma de roncar.
Todo de él, todo me lo hubiera comido.
Todo de él hubiera fotografiado y hubiera guardado cual tesoro. Incluso sus peores lunes.

Todo de él hubiera perdonado y por él hubiera ido a cualquier lado.

Y es que, él no sabe que soy la que le acompaña con la mirada cuando tiene que hacer algo que no quiere para calmar sus nervios. Ni tampoco que le recargo las cámaras a la que sale a saludar a Marta para que a su vuelta tenga menos trabajo. Ni que me bebo sus mentiras, ni que cuando brindamos pido por él y porque algún día encuentre a quien le haga realmente feliz, aunque no sea yo. Tampoco sabe que cuando era de pre-pago siempre le recargaba el móvil por si caía la breva de que me escribiera. Ni se imagina que me encanta que use de pijama la ropa del día anterior y que no se corte las uñas de los pies. Aunque le diga que debería usar pijama y que se corte esas uñas, siempre deseo que no lo haga.
Él no sabe lo que le echo de menos ni que cada noche antes de acostarme escucho cada una de sus canciones y me lo imagino cantándome en cualquier parque mientras pasa la vida, juntos.

Tampoco sabe, ni hace falta, que me imagino que es a mí a quien me las canta.

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