martes, 22 de marzo de 2016

Las cinco y treinta y siete

Me he llegado a envalentonar con el humo 
del cigarro que no fumo,
 y menuda hora incierta 
en la que me acordé de ti





No sé cuál ha sido el día más triste de tus días. Pero puedo imaginarlo.
Al igual que me imaginado tu risa al despertar y la de cuando estás cansado.
Quizá suene demasiado idiota si digo que yo no lo quería pero que me has aparecido en muchos sueños y el despertar ha sido de lo más
De lo más cachondo.
Y eso que no me follabas en todos.
Que te he imaginado cantando mi canción favorita y tú no lo sabías.
Que soy la tipa que se lame las heridas y de la que cualquiera diría que la pasa de todo. Pero en ese todo no apareces. Así que, diría que estoy tragando sangre de más en vez de saliva.
No tienes nada especial que acredite mi atención, de eso puedes estar tranquilo, pero te veo capaz de mover el mundo. Y de no quererlo.
Tienes pinta de tener cayos en las manos y los talones ásperos. Y me muero de ganas de lamerlos.
Que no te preocupes, que no quiero nada más que agrandarte los padrastros que ya tienes y contarte los lunares.
Te veo cantando en la ducha y negando lo imposible con un gesto de rendición.
Has cantando mi canción favorita y aún no me conocías.
Que quiero decirte que soy el peor barrio en el que he estado y contigo lo he dudado. Pero siempre acabo diciéndote otras cosas y no las primordiales.
Y apuesto a que en las fiestas de un pueblo del norte de cualquier país hay una chica pensando en tu sonrisa.
A veces mi cuerpo me abandona y tengo que salir a buscarlo, a veces la inmortalidad parece llevar tu piel.

Que me has puesto cachonda cantando mi canción favorita y tú no lo sabías.